En el año 301 a.C. el comerciante y filósofo, Zenón de Citio fundó la corriente filosófica cuyo objetivo era alcanzar la felicidad y la sabiduría prescindiendo de los bienes materiales así como el dominio y control de los hechos, cosas y pasiones que perturban nuestra vida.

Aunque no se necesita ser un genio para entender esta definición, puedes entender mejor a Zenón, amigo lector, si te cuento el día que visité a una de mis tías.

Me invitó a comer a su casa, hacía un buen rato que no la veía y quise aprovechar antes de que terminaran mis vacaciones.

Una mujer sola, divorciada, que desafortunadamente había perdido al primero de sus 3 hijos en una accidente de auto hace 1 año. Me comentó que ya acercaba el día en que se cumpliría el segundo, en pocos minutos empezaban a llenarse sus ojos de lágrimas. “Sólo tenía 22 años, tenía una vida por delante”, se repetía.

Llegaron sus otros dos hijos a casa, uno en preparatoria y el otro en secundaria; ninguno de los dos se tomó la molestia de saludarme a mí o a su madre, el primero despotricaba contra ella porque había olvidado planchar su camisa del uniforme y exigía que le pidiera comida de algún lado porque la que ella hacía “le aburría”, pues bien, ella lo hizo sin queja alguna asintiendo siempre con la cabeza.

¿Qué hay del menor? Bueno, pues no importaba lo grosero que pudiera verse al quitarme de mi silla porque ese era su lugar preferido para comer, mi tía a duras penas le daba indicaciones a su hijo, y lo justificaba para todo diciendo que aún era un niño.

Antes de retirarme, el hijo mayor le avisaba a mi tía que debía ir a un lugar para hacer un reporte, una tarea, el lugar quedaba bastante lejos y aunque podía hacerse media hora en su auto, mi tía no descansó hasta hacer que su hijo se fuera caminando o en transporte público así le tomara dos horas.

Foto: Matt Tsir

Mi tía se disculpó por lo que pasó y yo le dije: “Tía, debes saber que no me molesté con mis primos, porque son mi familia o quizá porque soy paciente, pero debes pensar qué pasará con alguien menos paciente, qué pasará cuando tengas tus visitas, cuando vengan tus amigas. A todos nos dolió lo que le pasó a mi primo, pero debes dejar de culparte, y aunque me digas que no, en efecto, sí lo haces; el que consientas a tus hijos  dándoles todo lo que quieren a la hora que lo quieren y cómo quieren, no está bien, están detrás de una cortina de humo y tú también lo estás.
Ambos están creciendo y no puedes evitarlo, no puedes evitar que tu hijo agarre el carro solo porque creas que tendrá el mismo destino que su hermano, así como no puedes dejar que gobierne el menor en tu casa encima de los demás sólo porque crees que así se le va a olvidar lo que pasó. Todos morimos alguna vez, y tienes que ser firme para obrar de forma correcta, empezando por dejar descansar en paz a tu hijo, controlar tus emociones y no que ellas te controlen a ti. Porque cuando puedas poseer la sabiduría para contenerte a ti, la tendrás para contenerlos a ellos y corrijan el rumbo de sus vidas.”

Después de eso le dije que esperaba verla pronto y contarle una historia de un amigo al que le encanta jugar a las cartas.

AM

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