Foto: Mario Jasso/cuartoscuro

Ayer por la tarde, el gobierno cortó comunicación.

No cortaron las líneas telefónicas, ni quitaron el internet. No cesaron las mañaneras y mucho menos el presidente apagó su celular.

Un muro de acero de más de dos metros de altura fue colocado estratégicamente a la redonda de Palacio Nacional, sin explicaciones y sin aviso, tres días antes de la marcha por el día internacional de la mujer.

Este muro es un gran corte a la comunicación entre el gobierno y el movimiento feminista, que ya estaba fracturada, un desdén hacia las mujeres mexicanas y nuestro movimiento, al que en repetidas ocasiones ha desaprobado y ha dejado de escuchar:

En febrero del año pasado, el presidente López Obrador dijo que los “conservadores” tenían injerencia en la lucha contra la no violencia hacia las mujeres.

Hace unas semanas dijo que el movimiento feminista estaba siendo usado “para otros fines”.

También dijo que desconocía el significado de “romper el pacto”, y sumemos que descartó las acusaciones por abuso sexual contra Felix Salgado Macedonio, diciendo que se trataba de una “campaña de linchamiento”

Se ha alejado del pueblo vulnerable luego de que se instauró en ese magno edificio para “estar más cerca del pueblo”.

¿Será miedo? ¿Sabe que nos debe a todas las mujeres una respuesta ante las peticiones de justicia? ¿Sabe que debió romper el pacto con Salgado?

El presidente no está protegiendo un edificio, se está protegiendo de las voces cansadas de exigir justicia, está protegiéndose de los reclamos de aquellas madres a las que se les deben cuentas claras, de las mujeres que no pueden transitar seguras, de las que están encerradas y no por el virus, sino por miedo de volver a toparse con su agresor.

Lo que no le ha quedado claro al gobierno, a sus simpatizantes y al partido, es que los edificios se limpian y reconstruyen, pero un feminicidio y una agresión sexual jamás se podrán limpiar ni reparar.

Share.
Exit mobile version