EEUU, Europa y Japón quieren acabar con el dominio que ejerce China actualmente en varias industrias estratégicas, como las de la fabricación de paneles fotovoltaicos, la producción de aerogeneradores, el desarrollo de baterías o la puesta a punto de imanes permanentes. Y China necesita forzosamente desarrollar sus propias tecnologías de semiconductores para contrarrestar su actual dependencia de las tecnologías extranjeras y sostener su industria de los chips.

En la coyuntura actual es evidente que se está produciendo una ruptura muy abrupta en los ámbitos económico, científico y comercial entre EEUU y sus aliados a un lado, y China al otro. Además, el clima de tensión en materia geoestratégica y geopolítica entre estos países nos invita a aceptar que esta corriente de ruptura total no tiene marcha atrás. De hecho, el Gobierno chino está poniendo en marcha un plan que persigue erradicar de una vez por todas su dependencia del software extranjero en general, y del controlado por EEUU en particular.

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