Judeline, con solo 22 años, se ha establecido como una de las voces más prometedoras y personales del panorama musical español e internacional. Su debut discográfico, Bodhiria, junto a su participación en festivales de renombre como Primavera Sound y Coachella, la han posicionado como un referente para toda una generación. Sin embargo, detrás de su éxito se encuentra una historia de superación que la artista ha compartido con valentía.

Desafíos de la Adolescencia

En una reciente entrevista con El País, Judeline, cuyo nombre real es Lara Fernández, habló sin tapujos sobre su complicada adolescencia. Criada en Los Caños de Meca, una pequeña pedanía costera de Barbate (Cádiz), sufrió bullying en el colegio y enfrentó una profunda depresión desde los 13 años. “Yo sentía que no encajaba en ningún lado. Me quería ir porque odiaba el colegio, odiaba el sitio. Siempre estaba sola”, confesó la intérprete de Zarcillos de plata.

Un Cambio Radical en su Vida

El punto de inflexión llegó a los 16 años, cuando decidió dejar los estudios temporalmente para mudarse a Holanda con el apoyo de su madre. Allí, lejos del entorno que la había asfixiado, descubrió una nueva forma de vivir. “En mi pueblo no había nada. En Holanda empecé a conocer a gente, trabajaba, y me sentía útil. Por fin tenía un propósito: quería ser cantante”, relató. Fue en este país donde adoptó el nombre artístico Judeline y comenzó a forjar su identidad musical.

Transformación y Éxito

Tras regresar a España, Judeline finalizó el instituto y se trasladó a Madrid para estudiar el bachillerato artístico, enfocándose en su vocación. Hoy, cinco años después, mira atrás con gratitud y asombro. Su arte, caracterizado por la honestidad emocional y la experimentación sonora, ha resonado entre los jóvenes y ha abierto el diálogo sobre salud mental, identidad y pertenencia. Su historia es un testimonio de cómo el dolor puede convertirse en arte y el aislamiento en una voz capaz de llenar los mayores escenarios del mundo.

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