En el mundo del lujo, un perfume no es solo una fragancia, sino una obra de arte y un símbolo de estatus. Esta ideología se lleva al extremo con el Clive Christian No. 1 Imperial Majesty, una pieza que trasciende el concepto de alta perfumería para convertirse en un objeto de coleccionista.
El perfume más caro del mundo
Reconocido por el prestigioso libro de los Récords Guinness como el más caro del mundo, el Imperial Majesty tiene un precio que asciende a unos impresionantes 215 mil dólares por un frasco de 500 ml. Este elevado costo se justifica no solo por su aroma, sino también por el diseño opulento de su recipiente, elaborado a mano por artesanos de Cristal de Baccarat, la reconocida casa vidriera de lujo francesa. La botella está coronada con oro de 18 quilates y adornada con un deslumbrante diamante blanco de 5 quilates, elevando el frasco a la categoría de joya, un símbolo de riqueza y gusto exquisito.
La fragancia de la opulencia
Más allá del envase, la fórmula interior del Clive Christian No. 1 Imperial Majesty es igualmente excepcional. La fragancia, rica y compleja, rinde homenaje a la opulencia de la era victoriana. Su composición se nutre de ingredientes de la más alta calidad y rareza global, incluyendo preciados extractos de jazmín, cardamomo, cientos de rosas italianas, y especias exóticas como el limón y la bergamota. Este lujo se complementa con vainilla de Tahití y benjuí, ofreciendo un aroma de gran profundidad y carácter. Además, al ser un “pure parfum”, garantiza una concentración extremadamente alta de aceites esenciales, lo que asegura una calidad superior y una longevidad en la piel que supera a los tradicionales Eau de Parfum.
Exclusividad y escasez
La principal razón de su inaccesibilidad y valor astronómico radica en su carácter ultralimitado. La producción del Clive Christian No. 1 Imperial Majesty cesó, existiendo únicamente diez botellas en el mundo. Se rumorea que estos ejemplares fueron adquiridos principalmente por miembros de la realeza y coleccionistas privados de inmensa fortuna. Esta escasez, combinada con su valor histórico y material, lo consolida como un auténtico ícono del lujo. Quien posea una de estas botellas tiene en sus manos una reliquia de la perfumería, un tesoro más adecuado para una vitrina que para el uso cotidiano.
