Foto: Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández.

Dieron las 21:15 horas cuando desde los palcos del teatro del Palacio de Bellas Artes, empezaron a sonar tambores en un unísono, así con el telón abajo y los tambores sonando, mi corazón comenzó a latir con más fuerza. 

De repente, en un silencio rotundo los reflectores alumbraron el escenario, es ahí cuando se observa una agrupación de bailarines interpretando los pasos de “Los Matachines”; esta danza se baila exclusivamente durante las celebraciones religiosas en los pueblos prehispánicos en la región norte del centro de México, su objetivo es danzar con los dioses.

Dentro de mí mente no solo pasaba el apreciar el espectáculo, también recordé esa sensación de nervios mezclados con felicidad y adrenalina que se siente al estar del otro lado, hablo de cuando tú eres el espectáculo. Al finalizar esta danza, una hermosa melodía entonada por un arpa y algunas guitarras abren paso a “Las Amarillas”, canción originaria del estado de Guerrero.

Ese vestuario que lucían las bailarinas, que consta de pies desnudos, falda larga de satín amarillo, blusa de manta, con detalles bordados a mano, un tocado de moños color naranja con amarillo y para rematar un paliacate naranja que florean en la mano, al compás del movimiento de sus cuerpos, me recordó a las calandrias, bellas aves que cantan con singular belleza, de las cuales inspiran al nombre de este baile.

Con aquella inspiración Amalia Hernández fundo este Ballet folklórico en 1952, con la necesidad de proyectar a México y al mundo, la belleza del universo en movimiento, a través de las culturas precolombinas, las influencias españolas en la época del virreinato y la fuerza popular de los tiempos revolucionarios.

El Ballet Folklórico comenzó con ocho integrantes, pero en 1959, cuando representó a México en los Juegos Panamericanos celebrados en Chicago, ya lo formaban 50 componentes. Ahora, tiene más de 300 alumnos. Actualmente el Ballet Folklórico de México, que ha actuado ya para más de 22 millones de personas en casi todo el mundo, sigue siendo la cumbre de la danza tradicional escénica en México, con un repertorio de más de 60 obras.

Al finalizar el cuadro de Guerrero, el programa prosiguió con las cortesanas y catrines, bailando “Jesusita en Chihuahua”, este baile cuenta con elegancia y porte de la coreografía para luego dar paso a la gallardía de las mujeres valientes, las Adelitas y Juana Gallo, estos cuadros folklóricos están dedicados a las soldaderas mujeres que combatieron y tuvieron un papel determinante en la Revolución Mexicana.

Quien diría que toda esa elegancia y orden que se muestra en el escenario, se quebranta tras bambalinas, pues ahí la realidad es otra, es una mezcla de gritos apurando unos a otros, vestuarios que ya fueron usados tirados en los pasillos, bailarines corriendo para ponerse el siguiente cambio de traje, mientras van quitándose el que tienen puesto, en fin, toda una travesía para regresar al orden y porte que se muestra frente al público. 

Mientras continuaba la coreografía de la Charreada se podía escuchar las expresiones de sorpresa de unas mujeres que estaban sentadas a lado mío, podría decir que eran de Colombia por su acento, lo que me transportó a días atrás de esta presentación, cuando entreviste a un bailarín de danza folklórica quien comenta que:

“Sin duda todos los países tienen buenos recibimientos de acuerdo a su cultura, pero en lo personal siento que los países Sudamericanos son los que tienen más acercamiento hacia nuestro folklore, en general, no solo hablando de baile”.

De regreso a la presentación, nos encontramos con la fiesta en Tlacotalpan, un homenaje a la fiesta de la Virgen de la Candelaria, celebración que gira alrededor de torneos de fandangos, culmina con la aparición de enormes figuras de personajes que salen a bailar con el fin de expresar los sentimientos, críticas y leyendas del pueblo: las famosas “mojigangas”.

En lo personal estas coreografías desde su inicio hasta su fin, te envuelven en los sutiles, pero a la vez fuertes movimientos, que van desde los zapateados, un faldeo delicado que es acompañado por las sonrisas de las bailarinas, hasta  la fuerza, el porte y la elegancia de los bailarines al demostrar como son los sones Jarochos.

Muchas personas que observan este espectáculo, no saben que frente de sus ojos tienen el esfuerzo de un Ballet que logró consolidarse como representante cultural mexicano, por más de 60 años de incansable labor artística que ha realizado al realizar la coreografía para más de 80 ballets, en todos ellos la música, la técnica de los bailarines y los elaborados trajes típicos que crean el singular carácter del mismo ballet, que a lo largo de toda su trayectoria ha recibido más de 400 reconocimientos.

Recordar cada paso que di en el escenario, como los que tal vez en un futuro recordará el bailarín que en ese momento estaba presentando la Danza del Venado, la cual forma parte de un rito que se realiza en vísperas de las expediciones de caza y reproduce con fidelidad asombrosa los movimientos de la presa ambiciosa.

Ese momento, la fuerza con la que el bailarín usa sus piernas, dejando de ser una persona para en el mundo imaginativo volverse realmente un venado, siendo acechado por cazadores, que estarán a punto de darle fin a su vida, es una experiencia que no sabría cómo describirla con exactitud, de hecho mucho de lo que se siente al bailar no podría decirlo, ni escribirlo tan fácilmente.

Para dar cierre a este mágico programa suenan trompetas, guitarras y violines, son mariachis quienes entran a escena a dar una introducción a lo estamos a punto de ver.

Es la fiesta de Jalisco lo que estamos a punto de presenciar como cierre, los bailarines salen con su traje de charro tradicional, las bailarinas lucen hermosas con zapatos rojos, una falda llena de lentejuelas que hace resaltar aún más el esplendor de los bailes, sólo es posible entender la alegría, la gracia y la belleza de todo un pueblo escuchando y viendo bailar a todas las parejas al ritmo de los sones Jaliscienses.

Al terminar la alegría del recorrido que dieron por varios de los estados de la República Mexicana, es cómo podemos comprender un poco más de la cultura que nuestro país tiene por ofrecernos.

Finalmente entre aplausos llenos de euforia, gritos, chiflidos el público ovacionó al Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández. Dejando ver que el Folklore Mexicano puede emocionar a cualquier persona sin importar su cultura, ni edad. Y así ya sea como una espectadora o como bailarina, es que pude reafirmar una frase que representa todo este conjunto de bailes y que mi maestro, quien me ha instruido desde los 6 años en arte del folklore siempre nos dice: “Si pudiera decir lo que se siente, no valdría la pena bailarlo”.

SA.

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