El poema “Besos” de Gabriela Mistral ejemplifica la voz femenina de una manera nítida. Sus versos cabalgan para retratar el deseo femenino, pero también, describen una palabra; un sentimiento. Lo interesante del poema de Mistral es que muestra el blanco y negro del acto de besar; de amar. Su poesía no va en línea recta hay curvas, hay subidas y hay bajadas. Es una montaña rusa. Nos dibuja un beso que sana, otro que daña y uno, que en el fondo, traiciona. Bebe del beso de Judas y de Magdalena para hacer una metáfora de la pasión y las relaciones íntimas puesto que en la vida, no todo es rosa o gris; hay una paleta entera de colores y la mente y el cuerpo del hombre han navegado, en su día a día, por todos estos tonos. La mente tiene la capacidad de saltar de un pensamiento a otro; de abrazar, al segundo, cualquier emoción. Por ello Gabriela Mistral narra un beso que se adapta a los labios de su portador. Nada es plano y predecible.
También, el beso es un acto rebelde desde el contexto histórico en el que está escrito ya que la sexualidad femenina se ha resumido en la pasividad. Una mujer es la que no daña y la que aprende pero, Mistral nos retrata a una mujer que enseña; que no silencia. Ella es suficiente, ella sabe besar. Y a través de este viaje de besos, de amor y besos de traición, encontramos a un beso que libera, mas no esclaviza.
Lo erótico del texto es la magia con la que dibuja la unión de dos labios. Es lo que muestra y lo que yace bajo las letras; lo que germina, únicamente, en la mente de su espectador. Porque en ello radica el erotismo: el secreto que se teje bajo las líneas, lo que da rienda a la mente del lector.
Porque la intimidad no sólo se resume en el coito o el orgasmo, sino en la unión de lo tangible e intangible.
El poema de Gabriela Mistral me recuerda a la pintura de Remedios Varo “Los amantes”. Ambas obras hacen honor a la calidez del alma; al espejo que rodea a los amantes o el cielo que se retrata sobre sus pieles. Pues un beso basta para abrazar a la intimidad, al espíritu.