El 30 de noviembre de 1979, The Wall de Pink Floyd no solo cautivó a los aficionados al rock progresivo, sino que se convirtió en un fenómeno cultural que resonó en todo el mundo. Recuerdo vívidamente un viaje de fin de curso a Lisboa, donde el conductor del autocar ponía la casete del disco una y otra vez, para el deleite de los estudiantes de 14 años que alborotaban en el bus. Todos conocían esa obra maestra y se dejaban llevar por el estribillo pegajoso de Another Brick in the Wall, Part 2, que invitaba a ser tarareado.
El auge de Pink Floyd en los años 70
Para los más jóvenes, es importante recordar que a finales de los años setenta, Pink Floyd era una de las bandas más influyentes del rock. Formados en Londres en 1965, sus primeros trabajos fueron psicodélicos y experimentales, liderados por el carismático Syd Barrett. Sin embargo, su excesivo consumo de LSD lo llevó a conductas erráticas y, eventualmente, a su expulsión de la banda. A pesar de su salida, Pink Floyd logró consolidar su formación clásica y lanzó álbumes icónicos como Atom Heart Mother (1970) y The Dark Side of the Moon (1973), que los catapultaron a la cima de las listas de ventas.
La creación de un álbum conceptual
The Wall es un álbum conceptual que narra la historia de Pink, una estrella del rock que se aísla del mundo. La idea surgió de Roger Waters, el bajista y principal compositor de la banda, quien se sentía frustrado por la desconexión de algunos fans durante los conciertos. Aunque el concepto no fue bien recibido por todos los miembros de la banda, Waters continuó trabajando en las canciones con el productor Bob Ezrin. A pesar de las tensiones, todos los integrantes participaron en las grabaciones, aunque Waters despidió al teclista Richard Wright en un momento complicado de su vida personal.
El impacto cultural de The Wall
El álbum incluyó sencillos exitosos como Comfortably Numb y Run Like Hell, pero fue Another Brick in the Wall, Part 2 el que realmente arrasó en las listas, fusionando elementos del rock y la música disco. Con un solo de guitarra épico de David Gilmour y un coro de niños grabado en un colegio, la canción se convirtió en un himno contra la opresión escolar. Alcanzó el número uno en varios países, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido, y contribuyó al éxito del álbum, que ha vendido más de 30 millones de copias. En 1982, la película Pink Floyd – The Wall, dirigida por Alan Parker, se estrenó con gran éxito, consolidando aún más el legado de la banda en la cultura popular.