La reciente decisión del Departamento de Transporte de Estados Unidos de revocar la aprobación de 13 rutas operadas por aerolíneas mexicanas hacia su territorio ha generado una ola de reacciones en México. El gobierno mexicano ha expresado su desacuerdo, argumentando que no hay justificación para esta medida, la cual ha sido interpretada por analistas como un intento de presión en el contexto de la renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Revocación de rutas: un acto de presión?
El anuncio fue realizado por el secretario de Transporte, Sean Duffy, quien acusó a México de violar los términos del acuerdo bilateral de transporte aéreo. Esta decisión marca un nuevo capítulo en las tensiones regulatorias entre ambos países, que hasta ahora habían mantenido una relación de cooperación estable desde 2016. Analistas como Fernando Gómez, asesor de inversionistas en aeropuertos, sugieren que esta medida podría ser un castigo por la reubicación de vuelos de carga del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) al nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
La postura de Claudia Sheinbaum
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha rechazado firmemente la decisión del gobierno estadounidense, afirmando que el AIFA está funcionando adecuadamente y que no hay razones válidas para limitar los vuelos hacia Estados Unidos. En una conferencia de prensa, Sheinbaum subrayó que la reubicación de los vuelos de carga fue una decisión soberana, tomada por razones de seguridad y para aliviar la saturación del AICM. “A México se le respeta”, enfatizó, instando a las autoridades estadounidenses a reconocer la soberanía del país.
Impacto en la industria aérea
La revocación de estas rutas tendrá un impacto significativo en las aerolíneas, especialmente en el contexto de las próximas vacaciones y el Mundial de 2026, donde se espera un aumento en la demanda de vuelos. Gómez advierte que esta medida podría restringir la comunicación entre ambos países y perjudicar a las aerolíneas estadounidenses, que dependen en gran medida del tráfico aéreo proveniente de México. “El 60% de los vuelos que salen de México van a Estados Unidos”, concluyó, sugiriendo que la decisión podría ser más un juego de poder que una cuestión de regulación aérea.
