Arthur Schopenhauer (Gdansk 1788-Francfort 1860) fue un filósofo Alemán, catalogado como uno de los grandes del Siglo XIX, influenciado por Kant, la filosofía oriental como el budismo, el taoísmo, el vedanta y por supuesto, el exponente del pesimismo filosófico.

El día de hoy mi madre me dio el diario de mi abuelo, dijo que era uno de varios, por el momento este me fue suficiente, por las fechas y haciendo cuentas, lo que escribió aquí fue de su estancia en la secundaria y la preparatoria, además, venía en la primera página el nombre de “Federico”, su amigo que me contó, pero mientras lo hojeaba vi que no sólo estaba ese nombre; de hecho, el diario estaba  dividido por nombres, por lo que me llamó la atención y empecé a buscar uno al azar, y fue el de un tal Arturo.

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Agosto de 1953

Me encontraba cómodamente hablando con Olimpia Gougues, una compañera y amiga mía súper interesante y segura, su madre era francesa y escritora de una revista que promovía los movimientos sociales; me parecía que su historia era buenísima para el proyecto que nos habían dejado para la clase.

Justo en el momento que íbamos a empezar entro este tipo bien parecido, de cabello rizado pero que opacaba todo con su cara de pocos amigos a interrumpir la clase, la maestra le preguntó qué se le ofrecía a lo que él contestó “No se me ofrece nada, soy nuevo y llegué tarde”. La maestra después de un incómodo silencio le pidió a que se juntara con nosotros para el equipo.

Pues ya éramos tres, se nos quedó viendo y dijo: —Esa señora cree que por mostrarme compasión ya está encima moralmente de nosotros ¿no?

Acto seguido, Olimpia le respondió: —¿De qué hablas? No seas exagerado, ni siquiera te regañó por llegar tarde en tu primer día.

—Y no tendría por qué hacerlo, soy un hombre libre y lo seré hasta que yo me dé cuenta de que los demás son conscientes de mis defectos.

—Como sea, debemos empezar a elaborar la idea para nuestro proyecto de Humanidades y pensé en lo que está haciendo mi madre en su trabajo, por lo que está peleando.

—¿Y por qué está pelando?

—Porque quiere que las mujeres votemos, y lo logrará, esa es la verdad.

—Déjame decirte algo sobre la verdad, siempre pasa por tres etapas. Primera, es ridiculizada, segunda, es violentamente rechazada y tercera, es aceptada como evidente por sí misma y a todos se les olvida el ridículo y  la violencia que les hicieron pasar. Dime ¿a cuál llegará tu madre?

No pude soportar que le dijera eso y en seguida le dije: —¿Qué te pasa? No puedes juzgarla de esa forma, tú no conoces a su madre ni lo que ha hecho.

—No necesito conocerla, y por supuesto que no la estoy juzgando, estoy siendo realista y de paso aconsejando a la señorita que ponga los pies sobre la tierra.

—Pues ella no estará sola, siempre la han acompañado sus colegas  y yo también –interrumpió Olimpia.

Un hombre sólo puede ser él mismo mientras está solo; si no ama su soledad, no amará su libertad, porque únicamente cuando está solo, es realmente libre, y esa libertad es la que busca tu madre. Además, de conseguirlo les quitarán o privarán de otras cosas en el futuro y  por mucho tiempo, el cambio es eterno, y todo cambia, para bien o para mal.

—Como sea, ¿podemos empezar con esto? Ya había pensado en algunos objetivos –dijo Olimpia.

—No hace falta, –interrumpió Arturo–, ya he empezado con El mundo como voluntad y representación, este a diferencia del tuyo no es de ciencia ficción y ya tiene establecidos sus apartados, aunque claro, tal vez no lo acepte.

—¿Por qué? –le pregunté.

—Fácil, necesito aportes de más personas que es claro, no serán suficientes en este ciclo escolar y porque a lo mejor la maestra no lo quiere, tal vez sólo sea basura.

—Pero sí ya lo tienes tan avanzado ¿cómo crees basura? ¿Ni si quiera eres capaz de creer en ti o lo qué haces?

—No creo en nadie.

—Nos odias a todos ¿no es cierto? –le preguntó Olimpia.

—No… Solo odio a los que lastiman a los animales; los animales son bestias leales, a diferencia de nosotros, que somos el único animal que causa dolor a otros sin más objeto que el querer hacerlo.

Hubo un silencio incómodo, pero después, Arturo como siempre, decidió tomar la palabra.

—Ya sé, que decida… ¿Cómo te llamas?

—Juan.

—De acuerdo, Juan, ahora se un buen Euripides y dinos ¿Qué le presentamos a la maestra para proyecto? ¿Mi idea o la de tu amiga?

Me quedé viendo a ambos por un segundo pero finalmente con un poco de nervio y mi voz cortada respondí: —Hay que presentarle ambas ideas.

Olimpia no me habló en esa semana, sólo se limitaba a decirme cosas del proyecto y ya, me sentía mal pues era mi amiga, pero si me lo preguntan, tampoco pensaba disculparme; ese día conocería un sentimiento que me llevó mucho tiempo descifrar, pues a pesar de que Arturo era un tipo que en verdad me caía mal y desaprobaba sus modos, tenía que reconocer que era una persona en verdad inteligente, misteriosa y que era obvio que no había leído 2 o 3 libros.

Cuando salíamos del aula antes de salirse me guiñó el ojo y me dijo: —Juan, hombre precavido vale por dos.

JM

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