Foto: Sveiry Alatorre, IG: @svealatorre

El día de ayer, seis de agosto de 2021, se llevó a cabo el segundo día del Festival Internacional de Danza Contemporánea CDMX. Ahora el público se deleitó ante la coreografía de Jaime Camarena “Nueve amores”, interpretada por la Compañía de Danza del Estado de México. Además, el danzante Luis Vallejo volvió a presentar su premiada coreografía y también se le otorgó la Medalla Luis Fandiño a la bailarina Beatriz Madrid.  

Foto: Sveiry Alatorre, IG: @svealatorre

Todo lo anterior ocurrió a partir de las ocho y media de la noche: primero la entrega de medalla; después, la coreografía de Luis Vallejo, y la noche cerró y brilló tras los pasos de los bailarines de la Compañía de Danza del Estado de México. Apreciar este Festival en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris complementa la increíble travesía del espectador, pues, desde que el público entra al auditorio la esencia y calidad del arte flota por el escenario, por los asientos. El telón rojo resguarda los días arduos de trabajo y ensayos por parte de los bailarines y, por supuesto, el esfuerzo y apoyo de sus mentores, porque el escenario, como bien dijo la bailarina Beatriz Madrid, es sólo la punta del iceberg. 

Foto: Sveiry Alatorre, IG: @svealatorre

Sin más, este segundo día del festival me hizo recordar la delicadeza y fuerza que teje al cuerpo humano. La coreografía de “Nueve amores” narra ocho historias y no una, puesto que eran ocho los danzantes. Con esto enfatizo en cada uno de los bailarines y la energía que entregan y desenvuelven por completo sobre el escenario. Pero, además, remarco su historia, ya como artistas, ya como personas, puesto que el discurso que la profesora Beatriz dio nos recuerda el trabajo constante del artista, que el talento debe pulirse, debe alimentarse para regarse por el mundo. Entonces, durante todo el acto, más allá de apreciar la ficción montada, aprecié los días negros, los días de lágrimas y de cansancio de cada uno de los intérpretes. Observé la entrega y compromiso hacia el arte. 

Foto: Sveiry Alatorre, IG: @svealatorre

La noche de ayer fue una pieza romántica, un romanticismo que narra la pasión y no deja de lado las adversidades y consecuencias de dicho ardor. La noche de ayer y la del cuatro de agosto nos recuerdan los retos que abrazan al arte y el por qué, uno como espectador, también es una pieza importante. No olvidemos que toda representación es sólo la punta del iceberg.   

SF

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